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          IVA Intracomm. - SIRET - APE - RIB - Condiciones General de Venta
		 
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
         
        
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          Trajes 
        El traje posee al Edad Media un significado social
          : 
          según la fila y las funciones ocupadas, se no se vestirá
          del mismo modo.
        
          Así la mayoría de los hombres han adoptado al XVe siglo
          el puerto de un traje de parte superior muy corto, como el donante de
          la decoración de la capilla San Sebastián ;
          pero unos, por decencia, siguen llevando de los vestidos y abrigos largos:
          los sacerdotes, los notables, los doctes. 
        Entre éstos, médicos y juristas
          reparten el privilegio de llevar el mismo traje rojo forrado de pieles
          mínima. 
        En cambio, el aumônière que el doctor
          representado aquí puerta al cinturón no constituye un
          accesorio específico :
          numeroso son los hombres a colgar de su cinturón un bolso o una
          bolsa. 
          Vos proponemos una presentación de nuestros trajes a. Todo no
          son presentados aún no todavía aquí. Si deseáis
          uno de ellos, comunícadnos las referencias quien vosotros interressent
          por medio de un mazo o del formulario. Nuestros trajes existen sólo
          en un solo ejemplar salvo especificación contraria en la descripción.
          Sobre la página de las ventas, encontraréis una presentación
          de trajes a la venta. Estos trajes son creados pues en un ejemplar,
          salvo especificaciones contrarias, el primer solicitante será
          el primero servido. Sin embargo de encargo podemos realizar el traje
          de vuestros rèves....
          Si vosotros veranos interréssés para adquirir uno de ellos,
          debéis llamarvos por teléfono nosostros y numir de vuestra
          tarjeta bancaria.
        Traje militar bajo Charles IX
          (Según un artículo parecido en 1854)
          Hemos visto empezar, bajo Henri II, la moda de las armas grabado y doradas.
          Philippe Strozzi, coronel general de las fajas francesas, se aplicó
          a devolverlas comúnes en sus tropas. Hizo venir de Milán
          a París un tendero fuerte oído quien se llamaba Negrotti.
          Este Negrotti abrió de grandes almacenes abastecidos en todo
          tiempo de lo que se fabricaba de mejoría en su país en
          materia de coselete y de morions. Por allí, ocurrió que
          la mercancía que no tiene más a pasar, como antes, por
          las manos de una muchedumbre de intermediarios quienes querían
          todo ganar, los precios se redujeron por lejos.
          Eran sin embargo todavía sobre las facultades de la mayoría
          de los soldados. Un morion valía hasta 14 escudos. M. de Strozzi
          se puso pendiente cerca de nuestros armeros y a picarlas de honor para
          que se adueñaran de una industria de la que su timidez sola aseguraba
          el monopolio a los extranjeros. Empezó por formar a un dorador
          quien superó a los milaneses en la aplicación del oro
          molido sobre el grabado; así que adquiriendo los pisos blancos
          a Negrotti, y dorándolas a París, un morion no regresó
          más que a 8 o 9 escudos. Salió por fin también
          muchos talleres franceses de los pisos combadas, vaciadas y grabado
          que todo lo que se traía de Italia. 
          Piquier, letrero, tambor, según la colección de Perrissin,
          
          Eso puso fin al comercio del señor Negrotti; pero se había
          acostumbrado ya rico a más de 50 000 escudos.
          Este no es sólo de armas defensivas que Negrotti hacía
          comercio; tenía también de los arcabuces y de los equipamientos,
          otra parte donde nuestros obreros no pudieron sostener la competencia
          con los italianos tan pronto. El equipamiento era un polvorín
          provisto, como lo fueron los polvorines de los cazadores más
          tarde, de un estuche en metal o cápsula destino a medir el cargo.
          El soldado lo llevaba suspendido a una cadena o a un tahalí;
          eso se limitaba a la vez lugar de cartuchera y de cartuchos. La ciudad
          de Blangy, cerca de tenido, era en posesión de la industria de
          los equipamientos; pero se reprochaba a las cápsulas de esta
          fábrica de no ser todo de una medida igual, y a las cinceladuras
          de las que se decoraba las peras de no tener ni gusto ni relieve.
          En cuanto a los arcabuces franceses, se acostumbraban en Metz y a Abbeville,
          con también poco de éxito que los equipamientos a Blangy.
          Los cañones, desigualmente reventados, reventaban a cada paso;
          las culatas, mal combadas, devolvían el espaldón difícil
          y la justeza de tiro imposible. Los arcabuces de fábrica milanesa
          eran libres de estas faltas. De Strozzi les reprochaba sólo un
          demasiado corto alcance, porque quería que el arcabucero no matara
          un hombre a cuatro cents. 
        Yendo a Malta en 1562, pasó expresamente
          por Milán para entenderse con un nombrado Gaspard que era el
          más hábil obrero del mundo a forjar los cañones
          de armas de fuego, y para hacer ejecutar bajo sus ojos el nuevo calibre
          del que tenía la idea. " Y repentino, cuente Brantôme,
          que acompañaba por Strozzi, el buen hombre cabal Gaspard se echó
          a hacer tan gran cantidad de estos arcabuces que, tanto él en
          fesait, tanto vendía de ello a los otros franceses quienes venían
          después de nosostros, y quien, a porfía de nosostros otros,
          de ello tomaban, pues habíamos ido los primero. Y desde siguió
          a forjar los cañones de este grueso calibre, pero horadados sin
          embargo tan bien, limados tan bien y sobre todo si muy reventados, que
          no había nada que decir; y eran muy seguros, pues no importaba
          hablar de reventarlas. Y sin embargo, hicimos hacer los equipamientos
          hermosos y el cargo grande al equipolente. He aquí de donde,
          primero, han tenido el empleo de estos gruesos cañones de calibre
          que, cuando se las tiraba, hubierais dicho que era mousquetade. "
          Los mosquetes deben todavía a M. de Strozzi de haber sido traído
          a un calibre razonable quien, sin sobrecargar el soldado, le daba el
          medio de tocar casi un fin del doble más lejos que con el arcabuz.
          Hemos encontrado ya este arma en empleo en las fajas de François
          Ier; pero había sido abandonada desde a causa de su pesadez.
          El duque de Albe la volvió a meter en honor dándola a
          de las compañías de elite de la que los soldados eran
          bastante muy pagados para tener cada uno un criado quien llevaba su
          mosquete en las marchas.
          Habiendo visto esta tropa cuando la famosa entrevista de Bayona Charles
          IX, en 1565, la envidia le acabó de tener de ello un parecida.
          Mandó de los mosquetes a la manufactura de Metz, y cargó
          de Strozzi de armar de ello un escade de su guarda. Éste declaró
          antes que nada que no sufriría que nuestros soldados de infantería
          tuvieran de los criados, lo mismo que los españoles; y como,
          de otro costado, reconoció que éste era abusar de la fuerza
          de los hombres que hacer marchar ellas con estos mosquetes de Metz,
          se dirigió de nuevo a los armeros de Milán para disminuir
          el largo del arma y reducir el espesor del cañón sin préjudicier
          a su alcance.
          Sin embargo, autorizó el empleo de tenedores para ajustar; y
          hubieron no sólo de los mosqueteros en el guarda del rey, pero
          todavía en la mayoría de las fajas francesas. Es del empleo
          de los mosquetes que vino la idea de los cargos de bandolera. A causa
          de la gran cantidad de polvo que importaba quemar para cada golpe, 
          Arcabuceros y hallebardier del guarda del letrero,
          según la colección de Perrissin 
        se imaginó de atar al tahalí del
          soldado muchas cápsulas rellenas todas según el mosquete,
          independientemente de lo que tenía en su equipamiento colgado
          al cabo del mismo tahalí.
          Henri Estienne nos enseña que el término morion, que era
          italiano, se sustituyó generalmente, bajo Charles IX, a éste
          de capacete. En el mismo tiempo, el morion a visera rebajada, que se
          llamaba antaño ensalada, no fue más conocidos que bajo
          el nombre de borgoñota. Ensalada fue reservada para designar
          exclusivamente el almete provisto de bavière y de vista, que
          constituía el casco de la gendarmería. El morion o el
          borgoñota servían de peinado a la caballería ligera
          y a los soldados de infantería. Entre éstos, no hubo que
          los hallebardiers que guardaron el sombrero.
          Los coselete, abandonados completamente por las gentes de tiro, se convirtieron
          en el uniforme propio a los piquiers y el signo de reconocimiento de
          los oficiales de todo grado. Los hugonotes, no teniendo suizos en sus
          ejércitos, actuaron en lugar de soldados de infantería
          alemanes, o lansquenets, vestido aproximadamente como eran aquéllos
          de Marignan, salvo que sus alto de mangas, muy amplios y cupés
          a la alemana, bajaban casi al pie de las piernas, como los pantalones
          de los Mameluks. En cabeza de sus fajas marchaba una fila de soldados
          armados de estas espantosas espadas con ambas manos quien hacen el asombro
          de aquéllos que de ello ven hoy en los gabinetes de curiosidades.
          La ropa de la caballería no sufre de reforma importante que la
          supresión total del arreo de piernas que fue sostituido por las
          botas largas, mismo en la gendarmería,; de modo que todos los
          cuerpos fueron calzados desde entonces uniformemente. El coselete de
          los chevau-ligeros era cubierto, desde el tiempo de François
          II, por una casaca flotante un poco más larga que el busto. Las
          gentes de armas de ello tuvieron de parecida con las mangas perdidas
          que caían detrás del brazo: es lo que se llamó
          los vestidos de la caballería. Los arcabuceros a caballo, quienes
          empezaron entonces a llamarse carabins, no tuvieron este atavío
          que los habría molestado para el man.uvre de su arma. Por fin
          los reîtres, todo conservando la pistola a cual debían
          su reputación, adoptaron las armas defensivas que les faltaban
          en primer lugar, es decir el borgoñota y el coselete.
          El edicto suntuario de 1573 intentó poner un freno al lujo de
          los enjaezamiento que hacía la desesperación de los capitanes.
          Se lee un artículo así concebido: " Las gentes de
          guerra no se referirán al arreo y caparazones de los caballos,
          paño ni tela de oro o de dinero tirado, ni tejido, no era para
          una vez, en acto notable, como en una batalla o día asignados,;
          pero se podrá bien llevar bordados o taillures de oro o de dinero,
          o de seda en ribete de cuatro dedos, y enriquecimiento de cruz. "